"Le silence de la mer" (2004) Una sorprendente película que recomiendo

Ésta es una peli de la que enamorarse. Una original historia, que nos reconcilia con el ser humano y con el mundo, por muy peleados que estemos con ambos.

En realidad, la película es la mezcla de dos relatos de Vercors: "El silencio del mar" y "Aquel día". Este film tiene la gran virtud de haberlos enriquecido, al combinarlos y añadirles, además, ingredientes que originariamente no tienen.

Vercors pertenecía a la resistencia francesa, y publicó, clandestinamente, el primero de estos libros en el año 1942. No se puede negar que vivió el contexto histórico de primera mano.

La primera adaptación cinematográfica -que se hizo muy pronto, en el año 1949- me parece acartonada, fría, con unos personajes con los que resulta dificilísimo empatizar o emocionarse. En ella, el protagonista masculino es un pelmazo, que no para de divagar, y los otros dos personajes principales no tienen vida. Me costó terminarla. Al contrario que ésta, que me parece que está a años luz, por ser mucho más natural y humana. Su tratamiento de la narración es incomparablemente más fluido y atrayente.

Cuanto más la veo, más me gusta, y descubro algo nuevo. Ha sido todo un hallazgo para mí. Un tesoro escondido, que rebosa humanidad. Cuánto hay encerrado en sus noventa minutos...

Historias como ésta nos recuerdan que no sólo somos materia, estómago o instinto, como algunos pretenden hacernos creer. Nuestra naturaleza es, esencialmente, espiritual, y el alma reina todo nuestro ser.

Es necesario y bueno contar historias que eleven el espíritu humano, como ésta. Y divulgarlas.

Entrando ya en la interpretación personal que hago de la historia que nos cuenta, tanto el título de la película como el del libro hace referencia a las palabras de él ante la chimenea. Al hablar del mar, de sus silencios, de que, aún sin que pueda hablar, hay que saber escucharlo y descubrir lo mucho que hay oculto en él, está también hablando de ella, a quien dirige, finalmente, sus palabras. Le está diciendo que respeta, entiende y también ama su elocuente silencio; que sabe que es por las circunstancias, pero que, a pesar de todo, ha podido escuchar y leer en su enigmática actitud silenciosa lo que se ha despertado entre ellos. Hace, por tanto, un paralelismo simbólico entre el silencio del mar y el silencio de Jeanne... Es hermosísimo.

Esta escena (minuto 54:24) tiene un significado muy especial: los dos aprecian la buena música, y coinciden en su predilección por esta pieza. Cuando él se sienta al piano, y empieza a tocar para ella, le dirige su más ardiente flecha. Al interpretar la música que ambos tanto aman, él accede directamente a lo más íntimo de su ser. Es el único momento de la historia en que no hay nada, ni nadie, que se interponga entre ellos. Unos breves instantes, en los que el amor encuentra un nuevo, bello y completo lenguaje con el que expresarse... la sublime música de Bach, que se vuelve pura caricia. Son almas en sintonía en total conexión. Invisible, pero real. Verdaderamente, están haciendo el amor, de esa forma genuina en que incluso los mismos cuerpos pueden llegar a ser otro obstáculo para la plena unión, como vallas electrificadas. Por un momento, se esconde hasta el tiempo... pero regresa, acompañado del mundo que los separa. Desgraciadamente, este clímax duró muy poco, pero el recuerdo de su sabor les acompañará siempre.

Y, desde mi punto de vista, en este punto (minuto 1:11:49)  está la clave de la historia. Él se ha hecho muchas ilusiones con ella. Ha hallado, por fin, la afinidad que anhelaba encontrar en otra persona. Pero no quiere forzar las cosas con Jeanne, porque entiende perfectamente la incomodidad que ella siente con la situación, aunque no sea culpa de ninguno de los dos. En este momento de la historia, Werner exterioriza y verbaliza la lucha interior que mantiene entre dos extremos que le gustaría poder conjugar: el anhelo íntimo, afectivo, personal, por un lado, y el deber de su estado y posición, por el otro. Aquí decide. Acepta su destino. Sacrifica sus afectos y aspiraciones personales, guiado por el firme ejemplo de ella. Su rendición es el más profundo y doloroso acto de amor hacia Jeanne, que encarna todo lo que él ama. Ha aparecido en su vida inesperadamente, como la más dulce promesa de felicidad. La tiene cerca, pero es inalcanzable.

En mi opinión, el final de la historia es un desenlace consecuente, honesto, conmovedor y bellísimo. El profundo respeto y admiración que se profesan los personajes no es casual, sino que es consecuencia natural de su dignidad y coherencia. La gran nobleza del capitán se ve atraída, precisamente, por la actitud leal de ella, que mantiene sus principios, y no por simple y ridículo patriotismo. Las miradas, las lágrimas y la emocionante despedida son, por ello, mucho más valiosas y elocuentes. Por todo ello, este amor tendrá, seguro, una segunda oportunidad... de una manera u otra. Y, en todo caso, es pleno y eterno. Digno de recordar.

Ese desgarrador "adiós" que dice la protagonista al final contiene más poesía que muchas antologías.

Cada uno puede darle a los personajes el destino que crea más justo, porque está abierto a nuestra imaginación. Yo creo, firmemente, que el amor jamás se pierde. Es más, pienso que quizás sea lo único que tiene un eco perdurable. No sé si él sobrevivirá, pero sí sé que la conexión de estas almas sí sobrevivirá, para siempre.

Finalmente, me suscita tres reflexiones:

-Ninguno de los dos es responsable de las desagradables circunstancias en las que se conocen.

-Si no fuera, precisamente, por esas circunstancias, muy probablemente no se hubieran conocido.

-Lo que depende de nosotros no es tanto lo que nos toca vivir, sino, más bien, LO QUE DECIDIMOS HACER con aquello que nos toca vivir.

Esto último me lo aplico, a partir de ahora.

Si estás ahí, que la disfrutes.